Yo te ruego, mi dulce Ipsitila,
mis delicias y mi encanto,
que me invites a echar la siesta contigo.
Y si me invitas, da órdenes
para que nadie eche el cerrojo de la puerta
y a ti no se te ocurra salir fuera.
Quédate en casa y prepárate
para que disfrutemos de nueve coitos seguidos.
Si en verdad estás dispuesta,
invítame inmediatamente:
Pues cuando después de comer me tiendo boca arriba
atravieso la túnica y el manto.
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CATULO